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Arquitectos: Julia Pakofer, Meir Lobaton Corona, Ulli Heckmann; Julia Pakofer, Meir Lobaton Corona, Ulli Heckmann
- Área: 40 m²
- Año: 2013
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Fotógrafo:Fabio Ferrario
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El sentido en el que más confiamos es el que menos revela acerca de nosotros. El sentido que nos pondrá en contacto directo con la vida es el que menos usamos. El primer sentido es la vista. Creemos en lo que vemos, pero es aquello que no podemos ver lo que encierra la verdad de lo que es, puesto que nuestra interpretación no puede distorsionarlo.
Creemos que toda percepción está atada a nuestro cuerpo: el sentido de la vista a los ojos, el oído a las orejas, el olfato a la nariz, el gusto a la boca, y el tacto, fundamentalmente, a nuestras manos. Nuestro jardín, llamado “outside-in”, ha sido concebido como una paradoja visual, un artefacto que realza tales condiciones de modo que quien lo recorra pueda entender que al confiar sólo en la vista, dependemos de la imaginación, es decir, de la interpretación. En otras palabras, muestra cómo la vista puede llegar a convertirse en un escudo que excluye la posibilidad de experimentar la vida de un modo holístico, involucrando al cuerpo entero y extendiéndose más allá de él.
La experiencia del jardín comienza cuando el visitante descubre un espacio aparentemente vacío. Su experiencia sólo estará complementada por el sonido de sus pasos en la superficie de arena rojiza y una caja minimalista de color blanco que misteriosamente levita sesenta centímetros sobre el suelo.
El ingrávido volumen semi-cúbico, de cinco metros de ancho y ocho metros de largo —acotado por una diáfana piel blanca— abarca casi un tercio de la extensión del jardín y actúa como un lienzo flotante en donde se proyecta un mundo de sombras monocromático, sugiriendo la presencia de lo que pareciera ser un diminuto e inaccesible fragmento de un bosque enclaustrado. Sólo después de mirar —ya sea agachándose para ver bajo el volumen o espiando por una de las mirillas diseminadas sobre la superficie blanca— el visitante será transportado hacia un espacio ilusorio en el que árboles y plantas se desvanecen a la distancia. El efecto se logra gracias a que las cuatro caras interiores del volumen están cubiertas por espejos de doble vista, creando así la apariencia de un bosque infinito que se refleja en todas direcciones.
Tal como en aquella escena de Alicia en el País de las Maravillas, en la que Alicia mira a través de la cerradura de una puerta diminuta hacia un hermoso jardín sólo para descubrir que no le es posible acceder a él, esta experiencia invertida de atisbar lo que reside al interior está diseñada para ser tan fascinante como frustrante. Esta experiencia voyerista permite que la presencia del espectador nunca interrumpa el cuadro: el bosque permanece infinito y atrapado por un salón de espejos solipsista mientras el visitante se enfrenta a la paradoja de encontrarse mirando dentro de una caja en la que el espacio contenido es mayor que el recipiente que lo que contiene.
“Outside-in” es un jardín dentro de otro, un espacio de contemplación, un pequeño universo en el que paisaje y arquitectura se fusionan para crear una experiencia que lejos de arrojar respuestas plantea interrogantes, un mecanismo vivo cuyo propósito es hacernos reflexionar acerca del contraste entre lo que vemos y lo que sabemos, que nos exige sortear la brecha entre la realidad física y la percepción visual. Se trata de una reflexión sobre el espacio, la luz, y la posibilidad de infinito vista a través de los incalculables reflejos de una narrativa atrapada, que ha sido meticulosamente ajustada dentro de un mundo de espejos de doble cara.